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Durante más de medio siglo, las iniciativas para reducir la pobreza, sostener el desarrollo
y crear mejores políticas para una vida mejor han constituido un asunto de interés
fundamental para los gobiernos del mundo desarrollado. Ha habido algunos éxitos notorios
y millones de personas han salido de la pobreza. Sin embargo, este fenómeno persiste
en el mundo entero, privando a miles de millones de ciudadanos de la satisfacción
de necesidades básicas y la posibilidad de tener una vida mejor.
Al mismo tiempo, el equilibrio total del poder económico global atraviesa por un proceso
de cambio, a medida que los países que alguna vez fueron pobres se convierten en actores
importantes del panorama económico. Una proporción creciente de la población pobre
del mundo vive en países de ingresos medios y en zonas urbanas, en tanto la desigualdad
aumenta en los países avanzados y en desarrollo, lo cual puede impedir que su crecimiento,
cohesión social y desarrollo aumenten. Además, temas como el cambio climático, la
escasez de recursos naturales y la inseguridad alimentaria y energética tienen implicaciones
para todos, por lo que exigen una acción global colectiva y coordinada.
Las actitudes ante el desarrollo también se han modificado. El concepto anterior de
una ayuda para el desarrollo que era entregada por parte de países desarrollados donantes
a países en desarrollo receptores, a menudo en forma condicionada, ha sido sustituido
por un énfasis en la cooperación y los resultados duraderos. Cada vez más, los países
que han emergido de la pobreza comparten sus experiencias con aquellos que han progresado
menos en este camino. Hay una creciente diversidad en los modelos de crecimiento y
desarrollo, y la naturaleza de las finanzas del desarrollo también está cambiando,
conforme muchos países en desarrollo se convierten en actores importantes del comercio,
la inversión y la cooperación para el desarrollo en el ámbito internacional.
En este libro, perteneciente a la colección Esenciales OCDE, se explora el campo de
la ayuda y la cooperación para el desarrollo. Se analiza la historia de la ayuda,
se explica de dónde proviene, hacia dónde se dirige, y si está logrando tanto como
podría lograr. Se examinan algunas de las maneras en las que puede aumentarse la eficacia
de los programas para el desarrollo en lo que respecta a alcanzar beneficios perdurables.
Asimismo, se aborda la manera en que el surgimiento económico de países como China
e India aporta una nueva dinámica a la cooperación para el desarrollo.
La persistencia de la pobreza
¿Por qué algunos países prosperan en tanto que otros languidecen en la pobreza? No
hay una respuesta sencilla a esta interrogante, pero la identificación de los factores
que contribuyen al éxito o al fracaso puede ofrecer pistas útiles sobre los desafíos
que la cooperación para el desarrollo debe superar. La planificación para el largo
plazo es un elemento. La inversión en infraestructura, como carreteras y hospitales,
o en educación, por ejemplo, puede proporcionar un marco para el desarrollo perdurable.
Pero quizá deban transcurrir años para que tales proyectos arrojen resultados y, mientras
tanto, aquellos que sufren pobreza extrema ahora necesitan ayuda para sobrevivir hasta
que se pongan en marcha nuevos sistemas.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, conjuntados a finales del siglo pasado, se
diseñaron para medir los avances en la reducción de la pobreza, desde una perspectiva
tanto a corto como a largo plazo. Por consiguiente, incluyen bajar las tasas de mortalidad
infantil y el número de personas que viven en pobreza absoluta, así como garantizar
que todas las niñas tengan acceso a la educación.
Pero también es valioso identificar cuáles son los obstáculos para el desarrollo,
qué hace caer a los países en un círculo vicioso de pobreza y privaciones. Conflictos
como una guerra civil claramente imposibilitan el desarrollo, por lo que la pobreza
y el bajo crecimiento que ayudaron a provocarlos se perpetúan. Tal vez resulte asombroso,
pero el descubrimiento de recursos naturales como petróleo o diamantes puede convertirse
más en una maldición que en una bendición, ya que es posible que la riqueza se emplee
para financiar conflictos, o bien, que la economía llegue a depender en exceso de
dicho recurso.
¿Qué es ayuda?
Una buena parte del financiamiento para el desarrollo es entregada como ayuda por
los gobiernos de países desarrollados a países en desarrollo (Ayuda Oficial al Desarrollo,
AOD). Los países desarrollados que conforman el Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD)
de la OCDE aportan la mayor parte de la AOD global.
Cerca de 90% se aporta en donaciones que los países no tienen que devolver y el resto
consiste en créditos con tasas de interés bajas. Casi toda esta ayuda se planifica
con anticipación y sólo una pequeña proporción se destina a ayuda urgente para víctimas
de desastres como terremotos o tsunamis. Una gran parte se canaliza a través de órganos
multilaterales como el Banco Mundial y la Organización de las Naciones Unidas.
Hay otras dos formas principales de ayuda: por un lado, la filantropía privada que
incluye obras benéficas, organizaciones no gubernamentales como la Fundación Gates
y Oxfam, y por el otro, la ayuda de gobiernos de países que no forman parte del CAD,
como los pertenecientes al mundo árabe y economías emergentes como China, India y
Brasil.
De qué manera está cambiando el desarrollo
El concepto de que la ayuda es positiva para todas las economías, no sólo para la
del receptor, se ha mantenido durante más de un siglo y adquiere cada vez más importancia
en un mundo globalizado. Pero la visión de la ayuda ha cambiado en forma notoria con
el paso de los años.
A mediados del siglo XX, la atención se centró en cuánta ayuda para el desarrollo
se necesitaría, para culminar, a principios de la década de 1970, con un objetivo
teórico de 0.7% de la economía de un país; sin embargo, pocos países lo alcanzaron.
La atención cambió para dirigirse a los cuestionamientos de si la ayuda mejoraba la
vida de las personas y cuál era la manera de medir los resultados, lo cual originó
la adopción de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En fechas más recientes el
énfasis sufrió un nuevo cambio y ahora se orienta a la creación de una nueva dinámica
basada en una sociedad real para el desarrollo, englobada en la declaración del Foro
de Alto Nivel de Busan a finales de 2011 y la Estrategia de Desarrollo de la OCDE,
concentrada en las sociedades.
Juzgar por los resultados
No cabe duda de que la cooperación para el desarrollo ha mejorado millones de vidas,
por ejemplo, a través de campañas globales como la dirigida a erradicar la malaria.
Pero también resulta claro que esto no siempre funciona y que es importante compartir
experiencias de éxitos y fracasos por igual.
También es esencial albergar expectativas realistas. Si bien las cantidades totales
de ayuda entregada con el paso de los años pueden parecer enormes, por lo general
representan una proporción bastante pequeña de la economía de un país en desarrollo.
Y en efecto depende de lo que se mide: el análisis del crecimiento económico general
puede brindar un panorama distinto que si se toma en cuenta que muchas personas ahora
tienen suficiente para comer y la oportunidad de recibir educación.
Asimismo, es necesario que los gobiernos convenzan a la opinión pública de que brindar
ayuda vale la pena, en particular en tiempos económicos difíciles. Una manera de hacerlo
es con la medición de resultados: ¿Qué se pretendía que se lograra con la ayuda? ¿Se
logró? ¿Marcará esto una diferencia? Las maneras de hacerlo aún están en proceso de
evolución, pero de hecho aportan información que puede utilizarse para repetir los
éxitos y evitar fracasos en el futuro.
Nueva visión de desarrollo
Pero ¿cómo hacer que la ayuda funcione mejor? En primer lugar, puesto que ellos conocen
sus necesidades mejor que nadie, los países en desarrollo necesitan conformar sus
propias agendas de desarrollo, así como rendir cuentas por su cumplimiento a sus ciudadanos
y no sólo a los donantes. Esto puede ser más difícil de lo que parece, ya que muchos
países durante años se han visto restringidos a seguir los consejos de sus principales
países u organizaciones donantes y no es fácil cambiar estos hábitos.
Y para poder planificar, los países en desarrollo necesitan tener una buena idea de
la cantidad de ayuda que pueden esperar en los años futuros: un financiamiento único
para construir un hospital es positivo, pero ¿habrá suficiente dinero para operarlo,
mantenerlo y formar personal para el futuro? Si los países en desarrollo tienen un
plan y los donantes ayudan a financiarlo, esto también puede contribuir a evitar la
duplicación de esfuerzos por parte de los donantes. Ambas partes necesitan saber con
claridad qué se supone que debe lograrse con la ayuda y si esto ha sucedido.
Otra cuestión que debe tomarse en cuenta es la relacionada con la congruencia (o coherencia)
de la política internacional. Poco útil será brindar ayuda para mejorar la capacidad
de exportación de un país en desarrollo si, por ejemplo, la política comercial del
país donante implica que no importará los productos generados.
Asuntos de gobernanza
La corrupción socava los programas de desarrollo al desviar los recursos económicos
que deberían utilizarse para estos fines, y también al distorsionar la toma de decisiones
de modo que no necesariamente los proyectos que se escojan sean los más importantes
o útiles. Pero los resultados pueden ser perjudiciales por igual si un gobierno sencillamente
es incapaz de gestionar sus asuntos en forma adecuada.
La buena gobernanza tiene que ver con el hecho de si las personas tienen la capacidad
de intervenir en las decisiones que las afectan, si estas decisiones se toman a puerta
cerrada, si las leyes se administran con justicia y si los fondos se utilizan con
eficiencia.
Puede haber un desafío para los países frágiles, como aquellos que en fecha reciente
han vivido un conflicto que implicó una fractura de los sistemas. Para resolver este
tema o para llegar a las secciones desfavorecidas de la población, los donantes quizá
trabajen directamente con grupos de la sociedad civil de ese país para garantizar
que la ayuda se entregue donde se necesita. Pero al fin y al cabo las iniciativas
de desarrollo necesitan atender también el tema de la gobernanza: si un gobierno no
tiene un sistema fiscal en operación, no podrá recabar los fondos tan necesarios para
que su gasto y sus servicios públicos sean sostenibles incluso cuando la economía
empiece a crecer.
Nuevos socios, nuevas perspectivas de desarrollo
Por más de medio siglo los donantes del CAD en esencia representaron a la comunidad
de gobiernos donantes, pero con el cambio del equilibrio económico global en años
recientes, nuevos actores importantes están asumiendo un papel central. Países como
China, India y Brasil, que hasta fecha reciente eran naciones en desarrollo necesitadas
de ayuda, ahora son fuerzas motrices de la economía global y desempeñan un papel cada
vez más importante como impulsoras del desarrollo.
China es ahora el principal socio comercial de Brasil, Sudáfrica e India, en tanto
que Tata, la empresa multinacional india, es el segundo inversionista más activo en
África Subsahariana. Estas economías emergentes a menudo entablan tratos con países
en desarrollo en una forma diferente de como lo hacen los donantes tradicionales,
al hacer hincapié en beneficios mutuos y a menudo concentrarse en la infraestructura
y la inversión.
A finales de 2011, países desarrollados, emergentes y en desarrollo se reunieron en
Busan, Corea, en el Foro de Alto Nivel sobre la Eficacia de la Ayuda, para considerar
el futuro de la cooperación para el desarrollo. Por primera vez, grupos de la sociedad
civil tomaron parte en la elaboración de la declaración final que establecería una
nueva Alianza Mundial para la Cooperación Eficaz al Desarrollo, que sustituirá al
Grupo de Trabajo de la OCDE sobre la Eficacia de la Ayuda. Sin embargo, el objetivo
principal sigue siendo el mismo: trabajar en conjunto para mejorar la vida de los
habitantes más pobres del planeta.
Este resumen no es una traducción oficial de la OCDE.
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